Parte 1 – Mi papá y yo
“Todos somos narradores: creamos historias para darle sentido a nuestras vidas. Pero no basta con contar cuentos. Debe haber alguien que escuche” – Stephen Grosz, The Examined Life
Así empiezan mis últimas historias, me inspiré en las historias de este libro para contar historias, historias donde yo podría ser el personaje principal o secundario o historias que tuve el placer de escuchar…
Nací en San Cristóbal, Venezuela, un pueblito muy seguro y lleno de gente amable en el año de 1976… una de las personas más amables de ese pueblo, quizás fue Rigoberto Rivera, mi papá. Era el menor de 3 hermanos y se enamoró de mi mamá, en una ciudad diferente a la suya, pero insistió en casarse con esta hermosa mujer, Rosa Marina, si tradujeran su nombre al inglés se llamaría: Sea Flower.
Fui la segunda niña de 3 hijos que tuvieron. A mi hermana siempre le gustaban los vestidos y las muñecas y a mí me gustaban más los shorts, las camisetas y andar en bicicleta, correr o cualquier cosa que requiriera sudar mucho, si sabes a qué me refiero.
Solíamos ir al mercado de agricultores muy temprano en la mañana todos los sábados y yo era el único de mis hermanos al que le gustaba ir con él desde que era niño. Recuerdo que mi papá me compraba pequeños objetos de cerámica para jugar en casa. Disfrutamos mucho ese tiempo juntos, comprando frutas, verduras, carne, pollo o cualquier otro alimento que estuviera en la lista preparada por mamá.
Me gustaba mucho andar en bicicleta cuando era niño, y una vez que lo recordé, me compró una bicicleta nueva, más grande que la mía, para seguir andando. Ese día llegó a casa muy tranquilo y puso la bicicleta en el garaje de nuestra casa con un gran lazo rojo, luego fue a mi habitación y dijo Rina, tu amiga está afuera preguntando por ti, le dije ¿en serio? No dijimos que nos encontráramos hoy… ¡¡y cuando abrí la puerta vi la bicicleta allí!! ¡Mi cara era como si estuviera comprando un BMW como mi primer coche!
Recuerdo que era un hombre de grandes detalles y de muchos sacrificios en silencio, esto es bondad, era un dador sin esperar nada a cambio de nadie.
Cuando mi hermana y yo fuimos a la universidad al mismo tiempo, él tomó otro trabajo nocturno para pagarlo. No recuerdo que haya dicho nada sobre ese esfuerzo extra, ni que nos impidiera estudiar en una universidad privada. Simplemente lo hizo. Cuando crecí y fui adulto me di cuenta de que por mí mismo, él nunca decía una palabra al respecto.
El caso es que siempre fue solidario y cariñoso. Cuando decidí trabajar fuera de mi ciudad natal, mi mamá y mi papá me llevaron a Caracas para mudarme. Este fue un viaje de unas 12 horas en coche. Paramos en 2 ciudades antes de Caracas: Barinas para despedirnos de mis tíos y tías que vivían allí y luego en Barquisimeto donde vivían otras 2 tías con mis primos. ¡Eso fue un evento!
Mientras más nos acercábamos a Caracas más llorábamos, mi Mamá y yo específicamente, ¡mi Papá estaba callado mirándome por el retrovisor! Sus ojos estaban tristes pero quería demostrarme que era fuerte… ¡Yo tenía 21 años y por supuesto tenían miedo de que me mudara a la gran capital de Venezuela!
Mi mamá me ayudó a organizar mi habitación (que compartía con un extraño) y mi papá estaba allí en silencio, observando. Debo admitir que cada vez que recuerdo este capítulo de mi vida algunas lágrimas corren por mi rostro, pero no te preocupes son lágrimas de buenos recuerdos.
En ese momento no había google maps ni teléfonos inteligentes, así que teníamos que pedir la dirección y usar mapas impresos para llegar a los lugares, por eso, mamá y papá vinieron conmigo ese domingo antes de empezar a trabajar, para asegurarse de que sabía qué número de autobús que debía tomar y hacia dónde dirigirme caminando para llegar al trabajo. Lo logramos y recuerdo que hasta nos abrazamos cuando vimos el edificio!!
Al día siguiente lunes por la mañana me dijeron: Te esperamos hasta las 12 para ver si podemos almorzar juntos, caminaron conmigo hasta la estación de autobuses y cuando estaba parado en el autobús lloré, y ellos también se abrazaban. otros mientras estaba en el bus y saliendo de la estación de autobuses… no pude llegar a almorzar…
Mi papá y yo compartíamos un código de comunicación que era bastante único, sabía que él era reservado pero creo que mi personalidad lo hizo abrirse y hablar más de lo habitual y compartir más de lo habitual también. Guardé lo que él compartió y él también lo hizo… Fuimos aliados hasta el final…
Más por venir en el próximo capítulo…
